El mensaje unidireccional de la publicidad política pagada —quizá solo con favores— retoma las dinámicas de imposición al televidente o al que estaba escuchando música y de un momento a otro oye la voz de su preferido o de su enemigo, y la referencia deportiva de Egan o Nairo —referencia que poco o nada dice; es espectáculo, escenificación de apoyo—. El monólogo es inevitable durante segundos y repetido, después del inacabable primero, ya es el colmo. El riesgo de que otro interrumpa, estornude, tosa o incomode al ponente se anula: el receptor se llena de las babas del emisor, quien se detiene porque va a cerrar campaña en. No se toma en cuenta al otro, indispensable para la victoria, ni se mira a la cara. Es el discurso del candidato el que ocupa los medios y los de a pie, los encamados o los que salen del baño, se secan los dedos y aprietan el omitir anuncio a ver si da antes de tiempo —nunca sucede—, somos quienes recibimos su mensaje. Y por muchos insultos que se profieran él seg...
(Itagüí, Colombia, 2002): licenciado en Literatura y Lengua Castellana (Tecnológico de Antioquia); maestrando en Educación (Universidad Santiago de Cali).