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Mostrando las entradas de febrero, 2024

Estimaciones

Detalle de portada. Más allá del límite , Israel Zzepda, 2011 I   Salir a tomarse un tinto en el bar donde nadie lo conoce a uno y poner en práctica el amor con la mesera o con el obrero tomándose los diez mil encontrados de camino a casa: “La amaré agradeciéndole, sonriendo y pidiendo las otras con un llamado suave, cuando ella y yo nos veamos... Y lo amaré a él emborrachándolo”. Pero ese amor no se fundamenta en nada, o no le veo fundamento: es como ir a misa porque hay que ir a misa y evacuar la iglesia porque todos la evacúan; es reclamar un mandado porque mandaron a pedirlo; bautizarse en cuantas religiones lleguen al pueblo. La trascendencia no se dilata y aun así da la sensación de dulce compromiso, de encapricharse por el bien del otro: procurarle el bien: si se le cae la cerveza levantarla y tomarla por mucho líquido que haya perdido y no reclamarle las papas que se le olvidaron. Comprometerse con nada : eso, lo fácil, lo superficial, lo perecedero, es lo que gusta, el fin a s

Tardorreligiosa

Generado con IA de Canva La urgencia de salvación de mi abuela, de quitarse lo malo para que entre lo bueno, de liberarse de cuanta maldad hay en el mundo, la llevó a practicar el multitasking en sus veladas adorativas. Su nieta, después de ver videos de gente jugando cosas «miedosas», o metiéndose en cementerios o invocando espíritus con rituales a las tres de la mañana, que solo espantan a mamita, le deja en el televisor, en pausa, un rosario, independiente del orden de los misterios —pues cada día hay contenido de canales o de editores entusiastas. Cuando la abuela se aburre o se le acaban las noticias o la novela, coge el control y ve. —¿Qué está haciendo mita? —¡Rezando! —¿En silencio? —¡Pues no ve el televisor? «Este es el mes de las ánimas; este mes pasan muchas cosas. Si uno va el ocho a visitar las tumbas, se gana un montón de regalos de Dios. Pero a mí me da miedo ir; qué pereza.» Y para que dos recen, prende el celular, busca el rosario activando el micrófono de búsqueda y

Hallazgo

Fotografía: Atlántico Nancy fisgoneaba las cajas con libros que amontonaron en la bodega. Leía lo que podía salvar y lo que no. Vació una caja para llenarla con los libros que ocupaban la caja a la que se dedicaría. De folletos, gacetas, cuadernillos y fanzines pasó a las revistas, los periódicos y luego a los libros en sentido amplio. Los salvables los arrumaba en un rincón y los que le eran indiferentes los metía a la caja. Abría aquí y allá, veía que no tuvieran hongos y que conservaran todas las páginas, que fueran salvables y leíbles. Dieron las seis: la encargada de cerrar le prendió los demás bombillos que le faltó prender a Nancy — en su afán por abarcar todas las cajas; el celaje de polvo la hizo estornudar — y la encontró levantando la última, vacía y despanzurrada, hallando una especie de boletín. Nancy se acercó a la compañera y ambas leyeron. Página tras página, escritas con la formalidad de un protocolo de prevención de acosos, más se interesaron y más se metían en él.