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La urgencia de salvación de mi abuela,
de quitarse lo malo para que entre lo bueno, de liberarse de cuanta maldad hay
en el mundo, la llevó a practicar el multitasking
en sus veladas adorativas.
Su nieta, después de ver videos de gente jugando cosas «miedosas», o
metiéndose en cementerios o invocando espíritus con rituales a las tres de la
mañana, que solo espantan a mamita, le deja en el televisor, en pausa, un
rosario, independiente del orden de los misterios —pues cada día hay contenido
de canales o de editores entusiastas.
Cuando la abuela se aburre o se le acaban las noticias o la novela, coge
el control y ve.
—¿Qué está haciendo mita?
—¡Rezando!
—¿En silencio?
—¡Pues no ve el televisor?
«Este es el mes de las ánimas; este mes pasan muchas cosas. Si uno va el
ocho a visitar las tumbas, se gana un montón de regalos de Dios. Pero a mí me
da miedo ir; qué pereza.»
Y para que dos recen, prende el celular, busca el rosario activando el
micrófono de búsqueda y se lo pone a un ladito. El televisor va en unos
misterios y el celular empieza otros. Ella, atendiendo también los mensajes pendientes,
si los hay, o repasando los ya vistos, abre la boca a ratos para responder las
oraciones.
Así reza mi abuela para salvar su alma y las de las «¡Miles, miles,
miles!» de ánimas del purgatorio. Y salva más cuando reza arrodillada. En
silencio, pensando en quién sabe qué intriga, pero arrodillada.
Como ha conseguido una intuición religiosa, si ese es el nombre de este
tipo de revelaciones, difunde las lecturas del infierno, sin haberlas comparado
con una lectura propia —esto es pedir mucho a quien tiene una Biblia de adorno,
en la entrada de la casa, entre cuyo fardo de hojas pisa los recibos de la luz—
e interpreta las señales que le suceden.
Hace meses un cura le recomendó comprar un escapulario tobillero. Lo
compró, se lo bendijo y lo utilizó por unos días. Una mañana se dio cuenta de
que el escapulario se había reventado.
—¡Ay! ¿De qué me salvó! ¿Y quién me habrá tirado el hechizo! —exclamaba
buscando los pedazos por toda la casa.
Entonces compró otro y le insistió a las nietas que andaran con un
escapulario en los tobillos. Y recordó que un día antes sintió que le jalaban
la tira.
—¡Usted con escapulario, lo matan o lo hieren, y a los ladrones la
Virgen, Dios no los deja escapar, porque los ata a sus pies!
«Qué pecao que la mama no los crio creyentes...
«¡Hay que rezar como un hijueputa pa que Dios nos lleve al Cielo!»
Horquilla. Qué desilusionada se tuvieron que
llevar los medios con la rueda de prensa de Mane Díaz, hombre sumamente
agradable, tras ser liberado. No les afiló las navajas ni les avivó los
sopletes con mensajes de discordia, y eso que tampoco dejaron pasar la ganga
del secuestro enalteciendo, de extranjis, al Ejército. Y agregaron el llamado
con el cual me di cuenta de su libertad: «A todos los hermanos (porque tenemos
que hablarlo así, porque son hermanos de nosotros; todos somos hermanos), a
todos los hermanos del monte, a todos los grupos legalmente constituidos y no
legalmente constituidos, los llamo a la reflesión, que dialoguemos y hagamos un
diálogo, con los altos mandos de nuestro país, para que Colombia, no en un año
ni en dos años, pero dentro de tres o cuatro años, sea un país de paz.»
San Pío X, noviembre
13 de 2023
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