Ernest Descals i Pujol, 2020 Acodados en el vaso lleno de promesas, una pipa santiguada en el bolsillo, dos haikus y una bolsa con libros de segunda chupando sucio, Ramiro acerca un quehacer pendiente, la atronadora sugerencia del fin, y yo le cuento, el habla absorbida por el negror ya no humeante como en prósperas sugerencias, obsequios con servicio incluido: —Tenía mi edad; llevaba la licenciatura a su término; subía montañas como enseñando aterrizajes; se entretuvo queriendo la pedagogía y el relato cual dos libros que saca de su maleta y los pone abiertos sobre el escritorio, no para dictar, sino para librarlos de la semántica tristona. Aceleró la recta metrópoli, conoció las nitideces de la calle, el árbol podado, la manguera relampagueando lombrices y hormigas en caravana; los alcances de un insulto y la premura de una caricia; el tibio conocerse en la inmediatez del ajetreo, en la noche rosácea que estancó los barros inamovibles, la palma sembrada en un rincón. »Dos encuentros ...