Iván Duque y Jair Bolsonaro. Fuente: EFE |
El presidente Iván Duque, y su homólogo
brasileño, Jair Bolsonaro… Así empiezan la mayoría de cubrimientos a la reunión
entre ambas «joyas» suramericanas. «Joya», nunca mejor dicho, como lo demuestran
los honores de Estado a Duque (buen noble), «digno» de derroche y antítesis del
recibimiento que le dieron en el Festival de la Leyenda Vallenata, donde los
chiflidos y los aplausos (de su corte) le hicieron forzar la voz durante tres
minuticos de verborrea.
Ambos, con el país en el corazón, hablaron de
seguridad, de cooperación fronteriza y del Amazonas. Duque se refirió a esta,
cual niño bueno que agrada a su profesor (niño feliz y gordo entre las miradas
de los Dragones de la Independencia): «Tenemos un propósito muy loable…» ¿Cuál
será? «La conservación de nuestra querida Amazonía». ¿Por qué es querida? Porque es un «territorio muy valioso»…
Si lo hubiera dicho Bolsonaro, el eufemismo se
delatara; pero así es nuestro presidente: ha de decir las cosas sin que las
notemos —porque no quiere, ni le interesa, que las notemos—, como no notaremos
las operaciones que llegarán a hacer los Super Tucano, ni notaremos cuánto de
los mil cuatrocientos dólares se perderán en «desarrollar la nación».
Pero lo que sí notamos fue la sobadera de
saco, el «gana a gana», la preocupación por las FARC, el «alto grado de
inmunización» en Colombia (esto lo dijo quien desatendió a los pueblos
indígenas amazónicos durante la pandemia —además de los bloqueos a vías
arterias para exigir ayuda sanitarias, murió Aruká, el último hombre y guerrero
de la etnia Juma—, y paseaba sin tapabocas entre multitudes —mayores que los
Dragones del recibimiento—, y tosía a pulmón limpio —más duro y estruendoso que
las cuatro salvas de cañón— y decía que el virus era apenas «una gripecita [gripezinha] o un resfriado [resfriadinho]».
Otro tema que tocaron fue la situación en
Venezuela y, el más importante de todos (para
ellos encubrir sus políticas), la Conferencia sobre el Cambio Climático en
Glasgow, Escocia, del uno al doce de noviembre, donde los compañeritos darán
otra cara de lo que hacen en sus países por la Casa Común, una cara limpia,
presentable para la fotografía y las relaciones internacionales, para recordar
ese momento como otro obstáculo más sorteado con monserga.
¿Vemos la razón del protocolo, de los honores
y las visitas? A ver: uno de los beneficios de Halloween es que los monstruos se pueden disfrazar de sus
«monstruos»: Duque se puede disfrazar de protector acérrimo del medioambiente,
y de los defensores del medioambiente —Colombia es uno de los países más
peligrosos dónde defender la Casa Común (en un actual estudio, de los
trescientos treinta y un defensores asesinados en América Latina en el dos mil
veinte, ciento setenta y siete fueron colombianos), a razón de la falta de
capacidad y voluntad del gobierno para protegerlos y actuar en su defensa.
Y Bolsonaro puede loar a la Amazonía, puede
dar discursos en contra de la deforestación, puede corregir su dogma de que
«nuestro proyecto para el indio es hacerlo igual a nosotros», o «cada vez más,
el indio es un ser humano como nosotros», por, primero, «nuestro proyecto para
la humanidad es darle a conocer a los indios» y, segundo, «cada vez más, como
los indios, el ser humano se replantea»…
La duración de las dos «joyas» con el disfraz
es impredecible: una vez puesto, hacen lo necesario por mantenerlo, siempre y
cuando les sirva para hacer cosas
detrás de él, hasta que se les acabe el tiempo e, incluso, mucho más allá de lo
que podían —aunque el mal olor los delate—. A veces se acostumbran tanto que
resulta difícil distinguir quién habla de quién actúa. Pero ojo, no imposible.
El protofacista, como no todos los días son cumbres climáticas, se alejará de
la propaganda y del formalismo para volver a los muros y a los oficiales; la
marioneta, por muy bien vestida y presentada que se encuentre, no dejará de ser
según otra persona (que no le durará toda la vida. ¡Ay por él, por ellos, por
todos ellos!).
Habrá que estar alerta para escucharlos en noviembre y distinguir una voz de otra, porque desde ya están preparando los informes, como disciplinados estudiantes, para sorprender a los otros compañeros y al profesor, y para mostrarse como impecables ejemplos de gestión medioambiental, reconociendo pequeñas fallas, irregularidades mínimas, ninharias que solucionarán con un amable visto bueno de apoyo y financiación (que si además se puede dirigir para la reactivación económica —y para inaugurar nuevos y más sectarios festivales—, ¡maravilloso!).
Publicado en Al Poniente, 26 de octubre de 2021.
Comentarios
Publicar un comentario