Ir al contenido principal

Anualidades

Sísifo por José de Ribera (1650)

El año muere como mueren los cuerpos y mueren las mariposas. Solo que el año y los años que vivimos se repiten una y otra vez hasta que dejamos de presenciarlos. (Incluso con nosotros —quienes los inventamos, organizamos y distribuimos— fuera del conteo, no dejan de parar). El Año Nuevo es una ilusión merecida después de aguantar el Viejo —o después de que el Viejo nos aguantara—. Es una ilusión, digo, porque es una nueva puerta en el camino —sustantivo católico malogrado—, un nuevo aire en el reloj, una oportunidad —en mi municipio, básico sustantivo de propaganda—. Y, nada quede por decir, el Año Nuevo es un regalo: sobrevivimos y nos sobrevivieron: la Tierra sigue girando —preciso: alrededor del Sol—, con nosotros en ella.

Necesitamos que el Año Viejo agonice y muera para envejecer y rejuvenecer —en menor medida con el paso del tiempo— con planes, rutinas de ejercicios, estudio sobre el estudio sobre el estudio, trabajo sobre el trabajo sobre el trabajo, familia, promesas («Este año es el Año»), súplicas de intersección al Divino para que dirija el timón de la ventura —de nuestra ventura.

En la víspera del Nuevo, abrazamos a los que están y pensamos en los que no están, ignorantes del futuro en el que nadie nos abrazará y nadie nos pensará. Funciona el ahora, lo más inmediato posible de lo inmediato, la cuenta regresiva de segundos para recibir, rancios y enfermos, o verdes y bobos, el Año Nuevo. Y seguimos la costumbre, augurando mejores tiempos, siempre con la idea de que sortear lo viejo, cumplir lo viejo, traerá algo mejor… Algo mejor… Pero siempre lo nuevo, los segundos, los abrazos, las promesas y los sollozos por repetir los segundos, los abrazos, etcétera; por repetir lo «nuevo».

Cada Año Nuevo, en definitiva, es una oportunidad; y el Año Viejo una referencia de no repetición —no repetición para el cambio, como quien no desea volver a apretar el gatillo en la ruleta rusa porque fue el único sobreviviente, o para jugar de vuelta y, con la ayuda de la experiencia (maña), volver a salir vivito y coleando; y volver, siempre volver, sísifos del cansancio, celestinas abdéganos de la historia.


___

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Presentación de la antología "Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina"

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Pelao

Maria Susana Lopez ¿Descansas ahora que me dejaste, muchachón? Es lo que deseabas. Pasamos lo que teníamos que pasar en las condiciones climatológicas propicias para grabarnos con fuego eso que nos pasó. Y maldigo mis días a tu lado como maldigo el préstamo de mi atención en ti. ¡Boba! Te safistice, te inventaba comidas, te defendía de tus detractores — beneficiando a los míos con mi exposición en la palestra — y me vienes con dos malabares y me dejas, me dejas tirada en un terrero sin amistades, sin familiares, sin historia, sin baldíos qué poblar. ¿Imaginaste algo conmigo? No, no caeré en la misma trampa arreglada con mis gustos y mis debilidades. Debilidades que manejaste a tu favor, a tu voluntad de cortés niño mimoso, el de los mimos que me atraían a resolverlos... Me absorbiste, pelao, me amarraste feo. Y las suturas se abren, los algodones se ensangran, tú me dañaste como persona, hombretón... Me deshicieron tus cachos y tu mamá congelando mi nombre en un papel amarrado con u

Edicto del reino

Esther Ferrer Mi única pertenencia: el cuerpo con sus berrinches y temblores. Él me proclamó entres los que me recibieron y él me despedirá de los míos. Su nuncio es placa conmemorativa en los lugares que habité... Los calores y las inocencias provocadas él las arrastra con los tobillos, él las ofrece a los que compartirán con él sus trayectos. No tiembla ante el común desenlace de sus compatriotas; se adelanta para probar a qué sabor le recuerda; y es el sabor de la súplica, del heroísmo y de la humillación, tres ingredientes que lo conforman desde lo que lo amamantaron por primera vez... El sabor de mi única pertenencia solo lo conozco yo, porque solo yo lo he probado a cada instante. A quienes les ofrecí una degustación, que no la bandeja completa, apenas si probaron sus propias salivas, el asiento en sus bocas... Mis distancias las he marchado yo; mis instantes saben a mí. ¡Y conmigo mueren! ___ Primera mención en el II Concurso Internacional de Literatura Alegranza. Pu