I
Dios y
Patria. ¡Qué tristeza haber perdido contra Argentina! Pero quedamos de
terceras; le ganamos a Perú. Peor es nada.
II
¿Qué
me tendrá mi mujer de comida?... Si este comandante dejara almorzar… ¿Por qué
no hay convites en pro de nuestro servicio? Un barrio que visitemos, una olla
comunitaria. Ideales... De ideales no viven sino los muertos y los héroes.
III
Ese
niño se parece al hijo de Fredy. Solo que más barrigón y pies torcidos. Y más
blanco. Fredy era el menor de una familia de campesinos de Amagá. Aún lo
recuerdo. Murió sin uniforme por meterse a una marcha. Dios lo guarde y lo
reciba, y que no le saque en cuenta los disparos; que se los anote a la Institución.
IV
—¿Hasta
qué hora vamos a estar? ¿Esas casas son de granito o qué?
—Según
oí, hasta que demuelan las doce.
—Bueno.
—Ajá...
Si quiere va y ayuda, allá le prestan un mazo.
—No,
gracias, muy formal.
V
¡Qué
placer jugar contra Brasil! En un futuro, Dios quiera.
VI
No
importa que me tomen fotos; que vean mi cara. No importa que griten mi número, ni
que me insulten: ellos no son ciudadanos; ellos no son mi deber.
No
importa empolvarme lejos de casa, ni sudar bajo el casco, ni cargar el escudo.
—Si
no importas, hombre; no importamos.
—Callado
Fredy. Siga subiendo
VII
Perro
o hamburguesa con papitas, mueble en la sala y partido. Si no hay partido, película.
Si no hay película, hacemos el amor. Si no hacemos el amor, recuerdo la noche
del veintiocho de julio. (Ríe bajo el
tapabocas).
VIII
Una
piedra no me moverá. Una piedra es el comprobante de mi lado de la historia: el
de la seguridad, la confianza, el buen gobierno, la buena dotación y la buena
propaganda.
IX
¡Oh,
montes; oh, Antioquia! ¿Cuándo pisarán tus verdes gentes de bien? ¿Cuándo el
ministro lanzará una ofensiva total contra los armados, contra los revoltosos,
contra los rebeldes?
X
Que
no se asome la primera línea. No quiero apuntar hoy.
XI
Hablando
de apuntes, ¿dónde estaré en la fila para el nuevo uniforme? Este huele a
cabello y sudor mío y de otros. Además, mi mujer se ocupa, después de la
lavadora, en restregar el valle de la axila. Y ya casi no producen gracia sus
tetas.
XII
Y
no siendo poco el uniforme, ¿para cuándo mi vacuna?
Si
me enfermo entre esta gente, que me den buen rato para evangelizarme en casa.
XIII
—Díaz,
no llore hermano.
—Mentiras
Díaz, llore y mire las cámaras. Por ahí nos le metemos.
—Entonces
llore harto Díaz… Llore como si mataran al Alcalde, o al Presidente.
(Díaz cesa de llorar).
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