Patricia Ariza no pudo «Morir lo necesario, sin
exagerar», en el Ministerio de Cultura; sintió el ramalazo la noche del 27 de
febrero, escuchando la alocución del presidente. Los otros ministros, o ya se
lo olían —Gaviria— o ya se lo notificaron —Maria Isabel—. La exministra pasó
del X Encuentro Internacional Nadaísta a la noticia de su destitución. Y con
menos de un año en el puesto, los que van a relevarlos tendrán «nuevas
energías» para adelantar las reformas... Ni que los salientes, apenas
acomodándose a la carrera de relevos, se hubieran cansado tan pronto.
Yo, un distraído de
la política, que según los comentarios de gentes o televisores ahondo en el
último rifirrafe, como mucho supe de la exministra el «original» nombramiento
de Ivonne como directora del Archivo General de la Nación. Las comillas
obedecen a que, si bien decir matria sulfuró a la Cabal y a Rafael Nieto, me
cuestiono si las diosas del Olimpo conocen
nuestro paraje y, en especial, estuvieron presentes ese día, pordebajeando a
los dioses que pernoctan en la nulidad que les achacamos. Y sumado a eso, la
ampliación del nombre del Ministerio al de las Culturas, las Artes y los
Saberes.
Todo ello me deja un
regusto acre, pesimista, de las buenas intenciones y de la lozanía, o el
«coraje», que Ariza demostraba en su puesto. ¿De qué sirve aplicarse a un
ideal, si estamos condenados a un fracaso perpetuo, a cuentagotas? ¿No son
ellos calvetazos del destino, insultos a la suficiencia y privaciones al
entusiasmo? Proponerse algo a futuro es invitar a los secuaces de la muerte a
emboscar el propósito y desfallecerlo. Es de conocimiento general la
disposición de los nuevos en un cargo, de un rector aprestando un colegio o de
un sacerdote dando misa por primera vez, que no concibe la ausencia de un
anterior ni los disgustos que le mermaron el arranque con el cual, también hace
mucho, inició labores con hervor.
¿Juan XXIII se tomó
en serio, desde la magnificencia de la silla gestatoria y el fausto de la
coronación papal, el rito de detener el cortejo y quemar la estopa en el
bracero, mientras alguien, alargando las palabras, dice: Pater sancte: sic
transit gloria mundi? ¿O los
progresivos aplausos que le siguieron al rito, combatientes porfiados de la
vivacidad momentánea y cómplices del gozoso e irrepetible instante que los
atravesaba, le desvanecieron la impresión de transitoriedad y de condena?
Por lo demás, con la salida de Ariza me entero, sin ser del Pacto ni
nada por el estilo, que la exministra era uno de los eslabones con los que me
sentía integrado, y lo digo sabiéndome iluso, del proyecto nacional. Era como
si pudiera acercarme y ser partícipe. Mas, repito, es una ilusión dentro de un
imaginario: ni aun teniendo los micrófonos obligándome a hablar me
pronunciaría. De todas formas, es reconocible su posición frente al Gobierno: a
pesar de no pertenecer al gabinete, apoya la política de reformas.
Me queda aludir a un
enunciado de El Gran Burundún-Burundá ha
muerto, categórico y aplicable, sin la intención de ser mordaz, a lo que
nos sobreviene: «Los grandes reformadores suelen ser hijos de sus propios
vicios». ¿Cuáles serán los de nuestros reformadores? Aunque debo singularizar:
parece que el conjunto de las decisiones reside en una cabeza, en un patriarca:
¿cuáles serán los de nuestro reformador? ¿A qué nos hemos de atener? ¿Lord
Acton preveía que, entre más absoluto el poder, más absolutos los vicios de quien
lo operase? En ese orden de ideas, ¿la oposición no es más que el frustrado
desenvolvimiento de los vicios, y la militancia en cualquier partido es el
encaje de un vicio amortiguado por la ideología? Sé que pierdo de vista otros
aspectos a considerar. Meramente formulo hipótesis para que, tan solo a uno o a
dos que les interesen, las amplíen.
Horquilla. B., de improviso, acercándoseme en medio
de una clase, alude una escena de miedo: «¿Qué pasa si usted llega a su casa y
lo reciben diciéndole: “¡Llegó visita!”, y ve en el comedor a Maria Fernanda
Cabal ruñendo una pata de pollo?».
Itagüí, marzo 5 de 2023
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