Hinchada. Los colombianos
han dado de qué hablar en los estadios internacionales: en el Mundial de Rusia
—Mordovia Arena— los nipones les recogieron la basura que dejaron tiradas en
las gradas —unos los apoyaron, otros siguieron en las suyas y otros los
grabaron recogiéndolas.
Y ahora lo del
Mestalla... Aficionados del América, del Millonarios y del Santa Fé se
agarraron al poco de haber empezado es partido Colombia-Irak: despegaron la
silletería —eso era de no acabar: una silla que caía en un lado la tiraban al
otro, y del otro a su lugar de salida, y así sucesivamente—, se dieron
puñetazos, patadas y sacaron —se ve en la foto de Alberto Iranzo— un extintor.
En esa foto alguien
de camisa azul cae —es tirado— de cabeza por una baranda; el que lo tira —con
la camisa de la selección— alarga el brazo del empuje; una mujer, detrás de
ellos, abre la boca espantada; uno de camisilla blanca tiene expresión de
«Ah... ya ni modo: ya se fue»; y otros dos se arriman.
Si los diálogos de
paz se desarrollaron y se desarrollan con el apoyo político y espacial de
países garantes, ¿a los hinchas se les metió que la pelea la han de llevar a
los estadios fuera de Colombia? Reparten la vergüenza por el mundo y no solo
les aclaran a los extranjeros cómo somos, sino que nos aclara a nosotros mismos
lo que nos falta: la paz, esa reproducción que convoca antologías y actos
cívicos, no la hemos interiorizado: el consenso nacional por erradicar la
violencia está lejos de ser cultura patria.
(Sí, los del
«¡Fuera! ¡Fuera!» se salen de ese prototipo, mas la trifulca se extendió a las
afueras del estadio...)
«Dotór». ¿Alex Codazo Flórez, el voto faltante para aprobar la legalización de la
marihuana, habrá recibido felicitaciones el Día del Abogado? Casa Macondo sacó a la luz —además de un
recuento de sus jugadas estelares— que aún no se gradúa de la Universidad de
Medellín «por pobre y por no tener los recursos para pagar los derechos de
grado», dijo antes de su posesión como Concejal en el dos mil veinte...
Pues ya viene siendo
oportuno que se gradúe y ejerza su curul en el Senado sin compunción. Que se
gradúe, que merezca por título el «Dotór» que se ha ganado, ejerciendo su cargo
—justificó la ausencia en el «acto legislativo para despenalizar el uso del cannabis»—,
pero no obteniéndolo a lo legal.
No creo que siga pobre: lo que gana, los treinta y cuatro salarios mínimos, le dan para el pregrado y para cualesquier maestría que se le atraviese...
Y que la termine,
digo.
Horquilla. De paso, un político tiene el slogan de «A
lo legal»... ¿No debiera darse por hecho que toda su campaña y su propuesta se
basa en ese principio? ¿O, debido al descrédito proporcionado por la
corrupción, recalca que él no cometerá lo que sus anteriores? Es como si
pusiera «En Itagüí» o «Respirando»... Lo más obvio es lo menos obvio, y confiar
en la obviedad es darse contra un muro.
Itagüí, junio 25 de 2023
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