Me alisté para matar la cucaracha
que le salía al compañero por el cuello de la camisa. No sería adecuado tomarla
con los dedos porque le daría opción de atacarme, abriendo sus alas. El
compañero es el más creído del salón. Por un código de honorabilidad, no me
burlo de él. Tan solo le daré una palmada, que le dejará esparcidas las tripas
del insecto.
Cojo
impulso, tirando mi brazo lo más atrás que pueda, y cuando me decido a la
palmada, el compañero, volviéndose, me gruñe temblando su labio superior, ase
la cucaracha y se la mete por el túnel de la oreja, resguardándola. Sé que me
insinuó algo, pero yo me perdí en la cucaracha que se le movía, dificultosa, al
interior del ojo empañado, blancuzco.
Él,
por honorabilidad, no sé burló de mí.
Itagüí,
febrero 24 de 2023
El honor, y no el horror, por sobre todas las cosas, siempre.
ResponderBorrarSaludos,
J.