¿Descansas
ahora que me dejaste, muchachón? Es lo que deseabas. Pasamos lo que teníamos
que pasar en las condiciones climatológicas propicias para grabarnos con fuego
eso que nos pasó. Y maldigo mis días a tu lado como maldigo el préstamo de mi
atención en ti. ¡Boba! Te safistice, te inventaba comidas, te defendía de tus
detractores —beneficiando a los
míos con mi exposición en la palestra— y me vienes con dos malabares y me dejas, me dejas
tirada en un terrero sin amistades, sin familiares, sin historia, sin baldíos
qué poblar.
¿Imaginaste algo conmigo? No, no caeré en la misma trampa
arreglada con mis gustos y mis debilidades. Debilidades que manejaste a tu
favor, a tu voluntad de cortés niño mimoso, el de los mimos que me atraían a
resolverlos... Me absorbiste, pelao, me amarraste feo. Y las suturas se abren,
los algodones se ensangran, tú me dañaste como persona, hombretón... Me
deshicieron tus cachos y tu mamá congelando mi nombre en un papel amarrado con
un lazo en el refrigerador de la nevera... Tu perra madre...
Yo caí enterita, a costa de mis proyectos, en los que tú le compartías a tus amigones para que yo
me los cogiera al vuelo. Yo era la canasta que, en vez de esperar la pelota, la
buscaba por la cancha, por las gradas, por los vestuarios.... Pero ¿sabes qué
es lo peor, hombre mío? Que si me lo pidieras, si me detuvieras en el
supermercado o en la plaza, me detendría a escucharte pedirme que volvamos, y
no dudaría en tirarme al cañón de luz de tu oferta: Sí...
Itagüí, mayo 14 de 2023
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