Coccinellidae de Colombia, 2015 |
Simpleza escondida
Millares de coccinélidos —invasores o no— infiltran el convite preinvernal «engullendo miles de áfidos y presas de cuerpo blando» (entomólogo Raupp), proceso de minucias, cosillas
menudeadas, átomos glotones, para congregarse —fraternidad policroma— a la síntesis fusionada del metabolismo de sopor en
afloramientos rocosos, vaguedad de centro-orbe, o en grandes paredes; y pasan
allí, manchón, paleta frondosa, exuberante suma de mariquitas, capaces de
reaccionar al antinatural olfato que se topa con la eyectada hemolinfa: supurar
contra quien invade, abrigo de la grieta... y a pernoctar el invierno como
lucecillas apagadas —lustrosas.
El Pedregal, enero de 2024
***
Llama
nueva
Cérvidos
mudando terciopelo por astas punzantes: la testosterona otoñal lima lo velludo,
la hospitalaria punta redonda en pastoreo, rebote no incisivo, para abrir
machos e inseminar hembras.
Los
victoriosos miden peso de lanza, atacan la incandescencia impostora con sus
simétricas púas cornamentadas, cálices dignos de trofeo, de servirse en ellos
la sustancia del poder longitudinal.
Es
el crecimiento cumplido, la gestación de las procreaciones, la lozanía viril en
ciernes de rebotarse; los vasos sanguíneos redireccionados, cambiados de
torreón.
La
nariz, sonora caldera, bravura comunicacional, atrae interesadas con sus
respectivos celos: competencia presurosa, choque drástico, abalanzados pares
explotando a turnos.
Han
de crujir sus astas, reventarlas descortezando troncos, paseándolas por
carreteras, en perfil romero, porque perderán la gloria alcanzada... alcanzada
para colmarse y ser motivo de fluctuales reservas.
El Pedregal, enero de 2024
Revista Tinta Azul, Canela, Brazil, no. 1, año 1, abril de 2024.
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