El Santo Oficio juzgó un «caso de hechicería» en Puebla de los Ángeles, 1652. La
profesora Celene García lo analizó en un artículo cuyos puntos de enlace con tres
casos de hechicería voy a resaltar. La mujer, esposa de un calero, acusada,
junto a una mulata, de «prácticas de hechicería con el propósito de que un amante
de Margarita regresara con ella, ya que se había ido de su lado para juntarse
con otra mujer cuyo nombre era Elena Gil».
No vela el propósito, acaecido por la peculiaridad de las
uniones que van de México a Colombia, del XVII al XX y XXI, por lo probado de
los hechos sino por el relato y la práctica continental, pues, eso sí, y dado
que no me centro en el vudú, aunque influya de una manera que desconozco, han
de rastrearse magias parecidas en otros países.
En
el nombre del Señor de la Calle
La mulata, «libre de cincuenta años», le enseñó a Juana de Sosa una «suerte» para atraer: al verlo, tener en la mano un tuchimote
colorado y decir: «La sangre te bebo, el corazón te parto», para luego darle unos nudos al hilo.
Mi tío, en ese entonces de bigote y pelo corto, hecho el
servicio militar a las malas, oyó a un hermano, o lo espió cuando le daba
trabajo en el granero, que le tenía ganas a una mujer, dominarla con una «suerte»; cada que la atendía se le insinuaba, codos apoyados y
los tres botones descubiertos, a ir a la trastienda o a unas cuadras de allí...
Pero la mujer lo rechazaba, por feo o por morboso, y
siempre volvía a comprar, tentando al diablo o desacostumbrada al diablo, ese
que se aparecía por esos lares en forma de perro negro o de vaca echada,
mugiente, plasta biológica, en los umbrales de los potreros. De ahí que el hermano
del tío, cuyo nombre desconozco, lo viera, cuando la muchacha se iba con su
compra, escribir su nombre completo en un recorte de papel y conjurarlo con
algún rezo que bien podría ser el registrado en el volumen cuatrocientos
cincuenta y seis del ramo Inquisición:
Con dos te miro,
con dos te ato,
la sangre te bebo
y el corazón te ato.
Y el tío ya no tuvo que ayudar al tío: la muchacha de los
contoneos burlones, rimbombantes, la perseguida, fue a los brazos peludos y
alisados del ganoso, del de los botones afuera, y se fue a vivir con él y
atender con él la tienda...
Juagadura
de calzón
Al «quejarse»
Juana de Sosa de que Alonso Álvarez no la quería, María de Ribera le recomendó
lavar «”sus partes” con agua y luego con ella mojaba un lugar
donde Alonso se sentara, [y] él regresaría»... pero Alonso negó sentarse en el lugar indicado... Y
en otras unidades del juicio «se habla [...] del chocolate, ya mezclado con sangre de menstruación
o con “estiércol de caballo morcillo” o con “suciedad de cuervo”» para atraer a los hombres deseados, la fijación de sus
pasiones.
Es común que las abuelas les aconsejen, como María, a sus
nietos, febos o cuadrumanos, cuando empiezan a verle brillo malicioso o a
recibir visitas o a hacer visitas de tareas, no recibir jugos de mora, y menos
si la que los prepara es vieja como ellas, por prevenirlos de tomarse tanto el
mes de quién sabe qué mujer, porque nadie da garantía de procedencia, cuanto
porque ese jugo lo condenaría a doblar la cerviz y a ser novio, esposo, esclavo
del amarre.
De
parvis grandis acervus erit
Fray Andrés de Olmos expone cinco razones «por las cuales las mujeres son más propensas a ser brujas
que los hombres»: me voy a centrar en la cuarta razón: «porque quieren saber con gran prisa las cosas que suceden
en secreto, ya que no le es posible aprender en los libros».
Omitiré referirme acerca del extenso tema de las mujeres
y la cultura para alguien más fundamentado, histórica y teóricamente, y solo
trataré una forma actual de colmar ese saber lo secreto, los intríngulis
mágicos, las recetas recomendadas para ganarse el favor del patrón, congelar a
los enemigos o abrir los bolsillos de la riqueza colgada boca abajo.
La señora, abuela de dos generaciones, se acuesta a ver
cuenta chistes y, entre los videos de conferencias católicas, que no escucha
pero pone a hablar en la sala, de remedios auspiciados por médicos sin título
para aliviar el dolor de junturas, de coronillas largas y cortas, largas los
días que duerme sin compañía, cortas los que la alcanzó la medianoche, hay
videos de rituales para abrir caminos y traer prosperidad, baños con romero y
ajo o palabras en ajo o ajos en bolsas con sal de grano o cruces de ajo, sinecuras
de brujos, quemas de cabello para eliminar brujerías, mantras recopilados y
amuletos para conseguir a quien quieras: todos los métodos de lucha aún a
despecho de la religión de sus mayores.
Los metidos debían cerciorarse bajo qué ruegos se
encomendaban al diablo, ya que no es herejía cuando se invoca para que cumpla: «es más grave adorar al demonio que dirigirse a él en
términos imperativos»; y los términos son de demanda; de sumisión. Fray Olmos explica que esos
poderes tienen límite: «[...] el Diablo sólo puede abrir o cerrar la puerta a sus servidores para
que puedan echar el hechizo o embrujar o maltratar o atormentar a alguien, pero
no puede cambiar un cuerpo por otro ni destruirlo ni reducirlo»; y los conjuros de Margarita y sus camaradas eran de
contradecir, dominar un resultado adverso, de tomar acción en lo íntimo, en
otra línea de la sociedad novohispana, «entregándose simbólicamente a los destinatarios; también
de manera simbólica, hacen posible el encuentro que en la realidad no ocurre».
San Pío X, febrero de 2024
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Castellanízate, Oaxaca de Juárez, México, año 1, no. 1, febrero de 2024.
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