Daniela Janaye |
El proceso, tendido pero convincente, de la presencia en
la carnicería, vadeando pliegos, retiñendo colores fofos, impresiones baratas y
a montón, de la tarea para octubre; y las letras ceñidas al lívido fantasmal,
la bata que ondula por callejones precolombinos, por tímpanos de frailes,
encomenderos, adelantados y caciques. Y de la silla quieta, la mamá en su
reembolso, al tren del parque, al sepulcro, a las venas estancadas por el
bloqueo de extremaunciones. Ese vaivén se extendió a las uñas de papel del
primo cuya película dejé: las uñas que rasgaron las chozas de los intrusos, que
ahogaron las pieles impolutas: me las puse por deshecho: ellas me trepaban,
sabían el socavón yugular, y la sangre se insinuó en el reguero a paleta de las
anochecidas... como insertándome al sueño, vinculando el lloro a quien lo
elude.
El
Pedregal, julio 25 de 2024
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Sonámbulo, Montevideo, Uruguay: MMEdiciones, núm. 30, agosto de 2024.
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