Abertura[1]
Han traído la mañana, de cabestro, por los esgrimas, tras
cosméticos de limón y pelos con algodones de cojín atrancados en el pringue, a disolver
e incentivar descuidos, a recrear a los conductores con el panorama intacto,
mortífero, que le devuelve la tos de su escape, las pelusas arrebatadas a la
ceiba, los rollos en atención a las cajas de dientes, los cascos placados, los
serios en ayunas: desde el umbral beben su exactitud, su rígido culto, su
escalar torpe la carrera de los hijos, la apuesta del patrón; la llamaron para
incendiar a sus corredores y suprimir todo lo que tengan de nuevo, todo lo que
les permitía no reconocerse.
San Pío
X, marzo 8 de 2024
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Pasilla
V
Tripa encadenada, resguardo momentáneo, para mañana el
curso de las invalideces preservativas, asesino pordiosero, cómo se te vería la
canallez en La Paz, en el centro de mi cupido, estarías presto al
francotirador, cerdo idiosincrático, antena colgada, hermanos que cedieron el
derecho a los más, pensamiento vegetal o manigua en toses, la cordillera se
bebe, se mezcla con Haití, exigente cambio, norma en cerilla, cobro al que se
acabó de versar la negativa revística, a las malas lo apagaron, curva
chancleteada, celebraremos la caída del gobierno, doctor con veinticuatro horas
de trabajo, y la regeneración de las prosperidades socialistas, siglo, bazo
extirpado, sofá que no dedicó mi sueño, negaste la aventura por marcar tarjeta
y hacerte de comer, pobre viejo antorcho, hasta las bebas se aguan, y tú,
perseguidor de ansiedades, ronca aestesis,
adelantado para lo que no se te llamó, feria y grupis, alternancia con la
muchachada que no es la de labios sonrojados y la insensatez bregando a
prenderse, la negra del padre también ansia cuerpo, no ciegues la entrada, luce
un todo, llévate los colgajos, será casi la admiración del cosmos en una
cáscara rumbosa, qué harías compartiendo editorial con la nueva del
restrepismo, gloria que ensucias y mandas saciada, oh mar del Salvador,
galardonado compromiso con los abriles, mi eco es soplo, algo como refocilarse
con los cabrones dueños del partido, a los que la risa les confiere la estampa
de diarrea esmaltada, humor para el tipejo que despacha las anatemas y cuán
dignos de servir a la radicalísima tendencia al mesianismo, patrimonio
abigarrado, filmografía antipática para los cineclubes crispetos de la vecindad
del alcalde, fusiles para los muchachos entendidos, el maestrante con énfasis
en ciencia política que arma su cuadro y prepara el antiimperialismo con escasa
reserva de puños, término álgido, contorno a la inconmensurable blandura de la
capitanía, razón de ejercer el azul babero, toches colocados a reclamar
exigencias, a impedir que el acceso a la profesionalidad sea para el brío,
terrón y escupitajo, de la pelada, casos se ven en el consultorio, directriz de
élites repetidas, célebre endogamia tricolor, flora en el ajuste, desdén conspicuo
y de cerdo para circular dentadura, loros tensos por la extrema unión
cromosoide porcentual y la bacteriana estructura que ha infestado el contrato
que se niega ceder el legislativo para venderse por tres pesos a una radio cortada.
El
Pedregal, septiembre 8 de 2024
***
Sueño
III
A paso
de mula, bolso y aliento cargado, asciendo la loma a La Quintana, por una
superficie podotáctil, como ascendiendo a un páramo arquitectónico, elevada
edificación cultural, con los pasajes precisos para coger el bus cuando desee
volverme, rodeando la biblioteca, y para el almuerzo, no el menú del día o un
chuzo, sino, teniendo solo los carros a mi derecha, sucediendo uno tras otro,
palomitas, algodones de azúcar, maíces de palomas, galletas de chocolate o, lo
que elegí, papas criollas bañadas en limón y sal y pimienta. La mano cogió dos
de los tres vasos de papas, yo le pagué extendiendo y recibiendo el vaso, y
caminé más al fondo, que ya un muro detenía el ascenso, a los bazares de ropa
usada: me acerqué al toldo de alguien que me pareció conocido y moví con la
mano limpia unas camisas de flores, cromáticas, de tela leve pero mangas
cortas, colgadas del travesaño, y, de tener el dinero, me hubiera llevado una;
pasé a otro toldo, de pantalones, y también hubiera elegido uno... pero salgo
porque la mujer que atiende, sentada, me mira bajar, justo cuando el pie
derecho se endurece y obstaculiza el izquierdo, como si quisiera cruzarse,
hasta los baños de la biblioteca. Es un mariposario readaptado, con mesa
redonda en jardín al centro, y los baños, oblicuos, metidos en las paredes; el
de hombres está a mi espalda. Un hombre entra conmigo a lavarse las manos; yo
me hago en el primer orinal, muy curvo y visible, y me ladeo y llegan los
asiduos emboladores y relojeros, alegres y bullosos, a hacer y a cepillarse y a
lavar cocas y a llenar tarros. Miro cómo un relojero descarga sus relojes
dentro del orinal y salgo a la terraza, extensión de Godward, casi un
aeropuerto, frente a la biblioteca: los carros venden sus últimos productos y
los niños elevan cometas, se corretean en triciclos, comen de picnics, divisan
la extremidad temblorosa del valle, el despeje festivo.
San
Pío X, febrero 5 de 2024
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