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Lluvia de verano, Tayseer Barakat, 2020 |
Adelántate a los restos de tu bohío, de la ciudad
enmascarada, del muelle cómplice y divisor de las cortezas; cuéntale al diablo
cómo el deseo predestinó la holgura mercurial que compromete escultores y legionarios
de brocha gorda, haz un panorama de la fundición, descríbelo como si fuese
entendible para el manco que dispara en camisilla: el sudor debido juagándose
con el lodo catastral, las terrazas con sus amadores y sus cafeteras y sus
ediciones tachadas y un collar que no alcanzó a sentar su hongo en un cuello al
piso, las paredes sin plancha ahora sin columna, el difuso arrendador cogiendo
empresa y horario los sábados, la cachona reduciendo sus flacos y quedándose
con uno, que manda a mercar, a hacer milagros hegelianos en explanadas de
aburraes, o el general mandado al Cauca y la muchacha encartada con una hija
anhelando el brazo del esposo, los tanques, laboratorios para el procesamiento
de dengue, tirados a patada por el volado, las elevaciones que nunca intentaban
superar la alegría de tres arrendatarios y una paga cumplida ahora fingiendo
que no guardado dentro de sí las cachetadas, el sexo opuesto en complicada
altura, los niños nacientes y la enfermedad rencorosa, un pececillo que expiró
a la altura de trece años. Como si no fuesen privilegiados y adorasen, gozo
imperecedero que debes extender a tus hijas, la sandalia que compone el tramo
hacia la tesitura, el pedacito de carne mulata que es el todo fértil, el agua
genital, el sorber la catapulta que sube con presión de amancebado a repercutir
incendios y polvaredas, barricadas sandinistas, calibres que solo unos cuantos
son llamados a traspasar, solo unos emergen del volcánico entrometimiento a la
grávida semblanza de los coreos feroces, del germen calibanesco que apuntala y
encinta los vírgenes que no hay pero debemos sustituir y promover: ¡adelante la
prolongación rodeada, los aplicados a la hija de vecina, el baile con los
papases oyendo y la orquesta entonando los cálices donde reposan la vitamina y
la pólvora, el ajo de los poros abiertos, la zanahoria eternizante, los fluidos
que deberían ser museo de la nación, que la novela se recline, y algoritmo para
acompañar robos de muchachas en los bares acoplados para la quinceañera
festividad: que aprendan los tiernos compadritos el consuelo de no morirse hoy
ni mañana y la obligación de atrincherarse en una esfera que gravite lo
infinito en sus venas de gavilán amilanado. Que los «fangos intestinales» se
ubiquen en la extensión prometedora, la mecha trágica que vuelve en troncos los
desperdicios amigueros, la maestrante con sonrisa de todos los dientes del
abecedario, media velada que frota el desjuiciado con goce discípulo; ella es
el concurso rector de la tendencia bogotana, el mensaje en vivo para los
canales de don Gilberto, obra extensa, andén recopilatorio, microorganismo
universitario que vas a atrincherar las cabecitas de sexto, hoy andantes,
sobrinas que se sirven de la charola familiar, puntuales repartidoras de
talleres por petición del diletante, atentas a la actividad y al escrutinio de
su nombre en el listado predilecto, y mañana en asambleas, proponiendo ciclos
que de lo difíciles solo verán en sus «tardes mordidas» o fumadas, benditas preocupaciones de cátedra, olfato
para la amistad incongruente e idealista, el porvenir anclado a una exposición
de términos que, de forma no achacosa, a su mismo nivel de enunciación,
hicieron comprensible la voluntad y el calor provincia, las rutas que serán
cómplices y los ahorros pedigüeños, las mentiras importadas al grupo, los
cascos que se escapan a carretera, al pueblo donde las luces imprimen un sello
axiomático a la frecuencia cardiaca y al tiro propio. El entendimiento,
disciplina aligerada, inestable prolongación que advierte y condena a litrones
la juventud emergente: voceo de profesor que invita y propaga su campo, las
distinciones que son de sus alumnos, el esfuerzo sincero por darles la mano en
la entrada al valle floriculturista. Es la pluma cedida, el soplo entregado, el
colmo una vez preciso y ahora subyacente a la fresca antorcha que pronto sabrá
qué fuegos intensifican sus pasos, qué resonancias infraterrenas crece los
púlpitos y colisiona los continentes, cómo dos cercanas aprisionaron los
látigos angélicos y desyerban los sapos muertos, las gangrenas flemáticas que
ocuparon asientos oficiales y ahora son barridos para posicionar los inéditos
que abarrotan el cimborrio. Y los fieles tendrán adoración, cúspide dónde alzar
sus ruegos, bastones para amamantar el forraje donde fueron piadosos y ahora
son ayudados, la escuela renovándose a la manera de un circo en el pueblo de
otra edad, con gentes que no los ha presenciado, americanas prestas a
encauzarse al júbilo de la lucha inicial.
El
Pedregal, septiembre de 2024
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Aleph, Revista Cultural Independiente, «Goliardos», Villa de Tamazulápam del Progreso, México, núm. 1, noviembre 10 de 2024
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