Ir al contenido principal

Ansia de la esfera

Lugar natal, Eduardo Kingman, 1989


I

 

Desear el encuentro, la expectativa en el azar, los contagios que deben fungirse: tomarás la forma de mi esperanza y verás que es posible reencarnar el aspecto, atenuarnos uno al otro sin discusiones, yo escuchándote cuando enseñas. Nos llevaremos aquí, porque te insinúas, y no me digas que yo pasé a los bajos, que se ha deshecho las triangulaciones de ese jueves; ha de tentarte un beso, los ánimos de una cumbia que nos levante y nos envuelva en la pista con las maestrandas y los especialistas, con los gentileshombres que manejan sus horarios: recuerdan que los tienen cuando ya todos se van; un baile hasta que escondan los discos: los pasajes se quedarán cortos y las charlas pasarán saltando los muros de las facultades y del Palacio; no será tarde, ni olvidaré las causas, el llamado a la salvación anochecida. Nos detendremos en una casa oculta, entraremos a callar las maneras del follaje, cantaremos cerca de los obeliscos que has visitado y te acercarás a una fruta, a un amigo, quizá, o al compañero que fue tu atención.

 

II

 

La «naturaleza sustancial de cada criatura»; serle fiel y no perderse en rodeos, en tentativas que conducen a los vacuos tonos del sinsentido; la búsqueda bajo un carácter, el rasero que muela o dirija los intentos de inexactitud. Obedecerse y no caer en trampas que desfiguren el nicho originario: que la imaginación retenga las formas en las que fue imaginada antes de ser hecha. El cuerpo vestido no entorpece sus posturas aunque las evite; la frase repetida sale cada tanto a iluminar los proverbios; quien nos conoce puede hablar como hablaba y así se entiende. Guarda la esencia, el primer aleteo, y trénzalos con las savias emergentes, los caminos recobrados, la luna eternizada en un hijo, obra o papel. No eliminar ese contorno porque sería negar los orígenes y, sin creación que les responda, se cometería el desgaste final de las potencias, de las arcas que alzaron a un pánfilo estucado con renombre.

 

III

 

Rescatar una promesa por cumplirse, que haga una las proclamas nacionales, y abonar con obras la distinción de los vínculos que apenas fueron pronunciados. Arguedas partió de una sincronía orgánica y estudiada en dos valores; podía entenderse con los «inginieros», siendo él uno con su cuesta. Ser de un país implica entenderse con sus relaciones y con las que la tensionan; basarse en un punto, asentar la rodilla, comprender los otros que suman la estirpe de la que se hace parte y a la cual se desea contribuir. Un proyecto que llene «la inmensidad», que alcance las cimas descubiertas; energía enervada en los músculos que ha renovado el campo. Acometer un destino y, en la lucha, componer los vientos sumergidos, las venas estancadas que, de no ser por el sueño, degenerarían en bulto, palo arrancado por la pendiente. Y renovar la causa, dirigirla a los hijos del pasado, ponerle el tono que la permita generarse, que intensifique los galopes y sea extensión cardiaca de las grandes cimeras cuyo tiempo inició el futuro.

 

El Pedregal, diciembre de 2024


___

El Creacionista, Puebla, México, año 6, núm. 75, enero de 2025

Comentarios

Entradas más populares de este blog

«Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina»

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Para que nadie vea

Farmento de la portada de Milagros Sefair El campo está despierto alrededor de ti en el cuadro Najwan Darwish: Elegía de un niño dormido   Sobre los escombros de tu casa, niña, y abrazando un peluche — si es que te enteras que lo abrazas único muelle entre las rocosidades y los edificios maltrechos — estás. Fátima Shbair te fotografió en Beir Hanoun, Gaza, cuando los palestinos reponían sus albergues intervalo de cese al fuego. ¿Es tu hogar, niña, y son esos edificios agujereados y escuálidos los hogares de tus vecinos? Once días de combate para una calma desde la cual divisas como si hubieras aparecido allí la devastación que figuras en tu contra.   Quién sabe si la niña cuando abraza al peluche es al peluche a quien abraza... O quién sabe si es a alguien más: a quien no ha encontrado.   Pero, repito, quién sabe: todavía nos aturden las bombas que, ¡lástima por ellos !, no dieron en el blanco... Y nos aturdirán las ...

Diez; seis y veinte

Alejandro Zapata Espinosa, 2024 Audio La Santísima Trinidad concluye los rosarios que ve la doña antes de que le coja la noche viendo capos libres por un tiempo gracias a sapear alias y rutas. Su disposición no acata el orden. Fue colocada ahí para mirar a la cama y protegerla de todo mal y peligro. Ese blanco en el balcón, que antes de ser volteado ofrecía la cara de dos candidaturas a concejales, manillas y cadenas de San Benito, cubre las matas de una anciana, si aún conservan algo de matas esos rastrojos, y un uniforme sucio, por si llueve o, más bien, por si un viento lo tira a la calle: porque les ha pasado, y no por servir al partido cuyo presidente desplegó renuncia al Directorio Nacional, aceptaron la valla. En el poste, el de las dos orejas candongas, se suben, en escaleras de mano, traída por ellos o prestada al que enchapa el frontispicio de un spa de uñas, o en el techo de un furgón, a arreglar conexiones y a anotar en papelitos y a gritarle, el chocoano comedor de espina...