Ir al contenido principal

Conversando con Jesús todos los nueve días (I)

Alejandro Zapata Espinosa, 2025


Encontré en la ventana, último puesto a la derecha, calentándome la humedad del baño reciente, evitando mirar a la muchacha de al lado para que no nos tocara fingir que nos conocemos, una estampilla con el Sagrado Corazón de Jesús y un rezo:

 

Mi Jesús en Ti Deposité toda mi confianza. Tú sabes de todo Padre y Señor del Universo. Eres el Rey de Reyes. Tú hiciste al paralítico andar, al muerto vivir, al leproso sanar. Tú que conoces mis angustias y ves mis lágrimas. Bien sabes Divino Amigo como preciso alcanza de Ti esta Gracias (Pedir la Gracias con FE)

Haz ¡Oh Divino Jesús! Que antes de terminar esta conversación que tendré contigo durante 9 días y pueda alcanzar esta Gracia que te pido con mucha Fe y Esperanza. Mi conversación contigo, Divino Maestro, me da ánimo para vivir solo de Ti, espero con Fe y confianza. (Pedir la gracia con fe)  Con gratitud enviaré a imprimir mil oraciones para que otros que precisan de ti, aprendan a tener confianza en misericordia.

 

No tuve peticiones en ese entonces, llenar esos paréntesis con amarguras, cantos al cielo o ganancias que nunca resultan; la guardé en el bolsillo de la camisa, me puse la mano en el corazón y miré de reojo a la muchacha, no sea que me viese concentrado en lo que puedo hacer con la extensión que solo permiten los narrativos y nada menos.

 

I

 

Para nada el «mundo se haya hoy al alcance de mis ojos tranquilos»; antes bien, como dice mi amigo en los pagos de matrícula, a quien le selecciono los versos: procuro que todos respeten las diecisiete sílabas, que tengan cierta unidad en lo sucesivo, además de estar escritos en ciertos meses, pienso recopilarle desde noviembre, y se los mando editados en procesador, los envío a una convocatoria, solo Innombrable por ahora, me doy créditos con un pie de página y le mando el pantallazo de que sí cumplo mi trabajito; él dice: «El momento es una totalidad inabarcable». Tremendo aforismo; pensé titular así el documento; será para otra ocasión. Entonces, eso inabarcable, en el mundo que se presenta por lo menos abigarrado, traspasa los acercamientos apreciativos a los que puede tornar un ogro encapsulado en sus pocas hectáreas de procesión achacosa. Y a ese que recuerde al glorioso hijo de Metapa, o bajando el chorro hasta apagarlo por tal comparación, al tamesino, le contrapongo, con Zweig, los miles de hombres que deben nacer para abonar la venida de una estrella perpetua. Lo mismo siento cuando escucho el postpunk ruso: las miles de cosas que han pasado, las armas inspeccionadas y las órdenes que obedecieron hombres de otra época, y así devolviéndose con los siglos, la expedición truncada, los ejércitos dirigiéndose al llamado de la muerte como antes al trajín de una cama; los que han estudiado y pagaron sus fotos, y esas fotos ahora o el agua les borró lo memorable o son limpiadas por una empleada de servicios varios. Qué de hechos, cuántas musas ignaras de sus frutos; ¿y las ciudades que solo mencionan sus periódicos en territorio, que no aparecen en todo el año por otro medio, que guardan sus crímenes porque no resuenan más que otros globalizados? ¿Y las familias que están felices recolectando leña o leyendo sus libros para un examen y así podrían pasar toda la vida, sin pleitos de cortes ni favores de padrinos? No hablo del reconocimiento, de la pantalla colmada ni de los presentadores cagándola en vivo; hablo de lo que sucede, de las formas del espíritu, como se quiera; todo ello ¿no es para aturdir al más aficionado analista internacional? Un fotógrafo que se proponga recorrer el mundo, y que tenga la sabiduría de no relamir lo probado, ¿en el primer recoveco de Oceanía que encuentre y nunca había oído mencionar no tendría para afincarse, dedicarle su obra y establecer familia para legar lo propuesto? Intranquilo, gran mundo «terrible en duelos y en espantos»; alégrame que te ciña la Historia. Falta que a cada uno le digas, con Darío, «ya tendrás la vida para que te envenenes».

 

II

 

Rondar la mente de un humano. Habitarla mientras sucumbe el frío y las botas vuelven a ensuciarse con las aguas estancadas; decir por boca de otro, pero con la de uno mismo, lo que uno nunca se atrevería a declararle ni en voz de ahorcado. Y saberse importante en esa cabeza, y tratar, ahí también, porque la intención lo requiere, de pensarse las asfixias que alcanzan el metro, las bahías despobladas, el inacabado quehacer de un niño que se acuesta sin pesar ni gloria. ¿A dónde iremos, «desfile de ensueños y sombras»? La tía, el mozo, los colaboradores ¿cómo terminarán en cuatro, nueve, setenta meses, y qué estaremos haciendo los que pensamos en ellos, los que los tuvimos a un brindis y a una carcajada por un mal ajeno? Diría piedad, mas ¿por qué, si no nos ha llegado la hora? En algún lapso de suerte el cielo cobrará el aspecto de un triunfo y no será por nuestro ejercicio; gloria de otro hombre, besaremos el trofeo como humillación por escasa energía, por demandarnos menos de lo que la muerte exige.

 

(Voy a forzar el insomnio. Decidí tirarme a la noche, pero con el desvelo, las luces revelando el sitial de los cobardes. La hora, «uva negra» que probaré cuando el colchón se deshaga, cuando los tiros no surquen ningún abdomen y el arroyo se confunda con un incendio. Pero no hay ni cuerpo de mujer, ni lambisco de animal, ni la sucesiva corteza amigable, el retorno a los vapores de invierno, la natilla que descansa sus hongos en la despensa del abandonado. Invoco a las lenguas muertas para que introduzcan a este miserable en el misterio al que fueron llamadas y le nieguen el temor al que no ha probado cucharada de la muerte ni le ha sentido la curva grisácea de la embestida).

 

III

 

¿Un comienzo en el que «pudiéramos sentir seguridad para atrevernos a demostrar cariño»? ¿Abrazo, respuesta, rescoldo, integridad, caricia, gesto, venia, afecto, brazo en el espaldar, cuidado de bolsos, silencio, plata o ropa prestada, sofá para dormir, escucha, tenencia mientras viaje, apadrinamiento, solidaridad, lagaña o moco avisado, préstamo del inmueble durante carrera, fijación, camaradería, recomendaciones, compañero de citas, vela, cuidado, remedio, consanguineidad, interés, recompensa, descuido, locura, desembale, retorno, compañía, juntanza, idénticos y desconocidos? ¿Y cómo iniciarse tan lejos de una madre, de una hembra que sea objeto de ternuras, la devoción, única en el relicario, que acepte por todo el santoral, instituido y futuro, las prédicas, las lágrimas que se escapan en noviazgo con el suelo? Pues uno, darse a uno su merecido, quererse; aunque no, que yo sepa solo Buñuel ha soñado practicándose no ya el onanismo; la autofellatio. Alguien, es a otro a quien debe dirigirse la intención, quien reciba los tratos desinteresados, la integridad del corazón expandiéndose; otro debe convertirse en el fin, y no quien se entrega; además, ¿cómo saber el efecto de algo si ese otro no nos lo dice, no da palabras al beso, no responde al estímulo que le llega sin ofensa, el ramo que se ofrece, sin ton ni son, a la compañera con la que tanto se ha hablado de temas importantísimos para otro momento que no el de dar las gracias acercando el cachete? Serían, en tal caso, dos recuerdos, dos o tres o los que sea intenciones puestas en juego, dos los que aceptan y se introducen a la tarde con regalo encima, a los ritos habituales con una novedad acompasada por crema y chisme, lo que deseen los intrusos. La finalidad es extenderse; que esa anatomía, ese constructo, ese devenir sea interceptado por un obsequio que le sume, que dé motivo al despertar de otra mañana y acompañe las noches en que se recuerde... hasta el olvido, y de allí a los rafagazos generados por el encuentro, el saludo y la mesa, las comidas nunca antes probadas, el secreto que tan solo decide un mínimo de privacidad y toda una larga conversa.

 

IV

 

El fastidio, tráelo en maletas y nunca las abras, o sabremos por qué no alcanzamos lo deseado, a quién le retuvimos la cachetada y el escarnio. Siempre hubo un soplo, la modulación de un bramido que detuvo la mano a tiempo de pensar en descalabrarse contra una pared y no contra un ruin. Danos paciencia y esmero; y que no digamos las blasfemias, ni una sola, ante el señalado. Que pase a las cuentas de Dios, y se nos revisen, y recuerden a quién se las dirigíamos pero no cuál era la putería con que lo sentimos; será tarde, ¿cuándo estamos a tiempo de nada?, para tratarlo como a un hermano: los pocos montaron familia, se fueron, dejaron casas y soban el techo de sus tumbas cuando una estrella por fin sale negada a tan parcos ojos, a tan mísera vibra. No permitas que la maldad la presencien los pequeños; que si la practican, no sepan de qué se trata; y si la conocen, la olviden al primer puñetazo.

 

V

 

Esto es lo más cercano a un día polar: el sol en otras tierras, un tono oscuro nublado por el aguacero. Ahora que venía de afuera, Federico, sentado en la banca, una pierna sobre otra, el párpado del ojo izquierdo caído, parecía entenderse con el viento, pero no se movía; y la señora que saca a su perro sin bolsa, en un muro, chismoseando con alguien por celular, veía a los escasos paseantes y a los buses esporádicos herniarse en la subida. Que los colchones no se mojen por goteras ni sean sorprendidos sin sombrilla por tanta agua; los pocos que corren a sus casas no sufren; se remojan el baño que se iban a dar. Es extraño, pero ¿acaso el domingo existe? ¿No es este día una prolongación de otro, y su fin la llegada del lunes desde el viernes? Al sábado la fiesta le da significancia, ¿pero qué es esto donde toca cerrar y prender luces para encontrarse en los cuartos?

Desde las ocho que desperté envuelto en la cobija que me devolvió el sueño no he visto una falda; el mecánico revisa su moto con la ropa de salir, para quedarse; y la idea del mundo, o de mi estancia, como un laboratorio, una verdadera oficina-cuartel-cineclub-biblioteca se desvanece en techo y piso, ventana cerrada, base de licuadora y cables regados. Quise ir a misa pero faltaba una hora y mejor me vine no sin antes pasar por los limpios de camisa por dentro, motilados cortos, carros parqueados en bahía y toda una tarde por delante para entretenerse con el almuerzo, la siesta, una conversación y la noche con sus noticias manipuladas. Cuán mísero pasar el tiempo así, tambaleando entre la idiotez y el suceso, procreando a partir de la ignorancia, llenándose de sargazo y cagajón; oigo, en sus casas propias, un eructo y un Dios los bendiga por venia.

 

El Pedregal, febrero de 2025


___

delatripa, «Otras latitudes del amor», Matamoros, México, año 13, núm. 88, febrero de 2025

Comentarios

Entradas más populares de este blog

«Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina»

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Para que nadie vea

Farmento de la portada de Milagros Sefair El campo está despierto alrededor de ti en el cuadro Najwan Darwish: Elegía de un niño dormido   Sobre los escombros de tu casa, niña, y abrazando un peluche — si es que te enteras que lo abrazas único muelle entre las rocosidades y los edificios maltrechos — estás. Fátima Shbair te fotografió en Beir Hanoun, Gaza, cuando los palestinos reponían sus albergues intervalo de cese al fuego. ¿Es tu hogar, niña, y son esos edificios agujereados y escuálidos los hogares de tus vecinos? Once días de combate para una calma desde la cual divisas como si hubieras aparecido allí la devastación que figuras en tu contra.   Quién sabe si la niña cuando abraza al peluche es al peluche a quien abraza... O quién sabe si es a alguien más: a quien no ha encontrado.   Pero, repito, quién sabe: todavía nos aturden las bombas que, ¡lástima por ellos !, no dieron en el blanco... Y nos aturdirán las ...

Diez; seis y veinte

Alejandro Zapata Espinosa, 2024 Audio La Santísima Trinidad concluye los rosarios que ve la doña antes de que le coja la noche viendo capos libres por un tiempo gracias a sapear alias y rutas. Su disposición no acata el orden. Fue colocada ahí para mirar a la cama y protegerla de todo mal y peligro. Ese blanco en el balcón, que antes de ser volteado ofrecía la cara de dos candidaturas a concejales, manillas y cadenas de San Benito, cubre las matas de una anciana, si aún conservan algo de matas esos rastrojos, y un uniforme sucio, por si llueve o, más bien, por si un viento lo tira a la calle: porque les ha pasado, y no por servir al partido cuyo presidente desplegó renuncia al Directorio Nacional, aceptaron la valla. En el poste, el de las dos orejas candongas, se suben, en escaleras de mano, traída por ellos o prestada al que enchapa el frontispicio de un spa de uñas, o en el techo de un furgón, a arreglar conexiones y a anotar en papelitos y a gritarle, el chocoano comedor de espina...