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Grayscale Media, 2024 |
Nuestras bocas están igual de secas que los grifos, expectantes de un
chorro que ascienda con la presión suficiente para rellenar la tubería, ya que
el pozo que tenemos no podemos usarlo, y sorprender los tarros y los bidones
vacíos con un tanto de agua que sirva para las ollas y una que otra herida
resecando la pierna. Es de noche y el pequeño se acurruca frente a la llave,
invocando el agua, atrayéndola, absorbiendo la corriente en donde sea que
languidezca, tan lejos de las lonas y las telas regadas, colapsando la
capacidad del refugio, las bocas que puede alimentar el número que estaba
planeado, bebida por la premura de otra parte: del muro para allá, donde la
tecnología de riego avanzado y la agricultura de precisión no es demolida, y
aguardan el fruto mas no el simple líquido, la gota que nos podría endulzar la
lengua, esponjar un poco la resquebradura; se imagina yendo a gatas por el
tubo, girando con las circulaciones de la distancia y escalando la parte final,
donde lo apuntan con un fusil de asalto, le confiscan la botella, «arma cortopunzante», «bomba artesanal», y se
desliza como un bulto, sin fuerza que lo devuelva al campamento, piedra que
detendrá el chorro nunca ha de surgir.
El Pedregal, enero 20 de
2025
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Bitácora del Pequod, «Agua», México, vol. 2, febrero de 2025
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