Ir al contenido principal

Toma de ángulo

Jordi Pujolar, 2022


Espalda de Fátima, once de la noche, caminadero solo; uno que otro carro se oye pasar.

A la izquierda, en las bancas donde se fuma y se duerme con sábana de cartón, una parejita: el hombre de gorro, desconocido, y la trigueña de moño escaso, unos cabellos prensados; a ella la vi en una de las Fiestas de la Industria, esa turbulencia de artistas locales, bebiendo de más el guaro que rotaron y dejándose pegar, suave, como en busca de un punto flojo, de su compañero.

Le daba cachetadas de mano cerrada, o raros puños, y con la mano libre le enganchaba la cintura y retomaban el baile: los espectadores de la mitad nos ubicamos a un trecho prudente, viendo la tarima y a la pareja. El guaro seguía en viaje, ya casi listo, y un salvador les sirve en boca: agradece con besos.

A ella se le marcan más los pómulos y la mirada se inutiliza en una contemplación de la nada o en una estupidez para procesar las sugerencias del ambiente. En todo caso, resuelve abrazar con las dos manos al del gorro: él se le tira encima y quedan acostados en la banca. Si se meten al jardín, se les pegaría el olor a miados; ella lo engancha con las piernas y así permanecen, decididos a avanzar.

Me detengo en el semáforo, les tomo una foto y un pitazo me desubica; a ellos los hacen levantar la mirada y guardarse bajo la banca; cruzo la calle al frente y luego a la derecha, repito la derecha y me siento en una de las sillas que se supone debieran descansar a los caminantes o servir de asiento para el sombrerero que vende bombones. Desde allí, el celular en el reposabrazos, así no se mueve, y mis ojos en la pantalla aumentada: el hombre encima y la mujer meneando la cabeza como si le aterraran las nubes.

Por ahi a los dos minutos y medio, contando preámbulos, fijo la cámara en un durmiente, para contrastar los motivos, y al rato la del moño, lambiéndose el pelo con las babas, va y se le acuesta en cucharita, bajo la misma banca pero más lejos, y le tapa la cara con el recorte de cartón.

Detengo y reproduzco: tampoco es el del manotazo en el parque.

 

El Pedregal, enero 25 de 2025


___

Microliteratura, «Amor», México, febrero de 2025

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Diez; seis y veinte

Alejandro Zapata Espinosa, 2024 Audio La Santísima Trinidad concluye los rosarios que ve la doña antes de que le coja la noche viendo capos libres por un tiempo gracias a sapear alias y rutas. Su disposición no acata el orden. Fue colocada ahí para mirar a la cama y protegerla de todo mal y peligro. Ese blanco en el balcón, que antes de ser volteado ofrecía la cara de dos candidaturas a concejales, manillas y cadenas de San Benito, cubre las matas de una anciana, si aún conservan algo de matas esos rastrojos, y un uniforme sucio, por si llueve o, más bien, por si un viento lo tira a la calle: porque les ha pasado, y no por servir al partido cuyo presidente desplegó renuncia al Directorio Nacional, aceptaron la valla. En el poste, el de las dos orejas candongas, se suben, en escaleras de mano, traída por ellos o prestada al que enchapa el frontispicio de un spa de uñas, o en el techo de un furgón, a arreglar conexiones y a anotar en papelitos y a gritarle, el chocoano comedor de espina...

Colado

A cat standing on it's hind legs , Louis Wain Eran las ocho en punto: saqué la arepa, el quesito, el huevo, el tomate y la cebolla de la nevera y me puse a hacer el desayuno estirándome a ratos, bostezando como si un diablillo apretara el botón de bostezos recién acababa de cerrar uno, y escuché las voces afuera: los niños de la del tercer piso yendo al colegio. — ¡Mami, mami gas! — ¡Gabriel, córrete, no pises eso! — Y se dirige a la amiga de enfrente — . Mana, ¿es del tuyo? — ¿Del tuyo qué? — Pues esto. — No, qué va ser mío mana. Abrí la puerta y era, para el gusto del ayuno y los dolores musculares, un charquito ya estancado de bilis con dos grumos de hojas; la bilis se detuvo terminando la escala y se estancó a lo largo del borde. Por lo menos los pasitos de los niños ni de la regañona le dieron arabesco de suela; pero el artífice de la sopa, el dueño de esos deshechos gástricos, el gatico, maullaba, queriendo entrar a mi casa, bregando a abrir con su tozuda cabezita...

El bastión

Anadolu Agency , 2024 Arrugas vino tinto del entrevistado, cierta formalidad en el muro y en la bandera, unas declaraciones templadas, distantes a lo repetitivo, sobre la dirigencia contra los colonos. Y los luchadores en Yenín visitando, cada día, la maqbara, a los que le acompañaron la muerte, viendo a los caídos, como si comunicasen de sus ojos a sus pies y de sus pies a la tierra el porte que tenían cuando sus avisos presintieron, seguridad fraguada en carnes conocidas, la incursión. La madre recuerda a su hijo retratado y sale a dirigir el lente, como invitando a un nuevo por lo viejo, alguien que necesita de ella hacerlo ver y captar un motivo, al manchón ahora verduzco donde cayó; y la camioneta, parqueada sobre su cabeza, o antes, manifestando que no es su culpa, que pronto se irá a ser onda expansiva en un valle; la forma enfocada, el tiro en el vientre, la longitud del pecho a la cadera, un video donde baila al compás de un hasta luego, el ser memoria, un cartel donde los ent...