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Alejandro Calle Cardona, 2014 |
Niebla y otras calidades el zumo aflora las gargantillas
de la pareja atendiéndose en las gradas del estadio improvisado está en la
parte alta de la vereda lo circunda un parque de marihuaneros y casas que
desafían a la alcaldía y su regusto por solo dos pisos cuando la familia crece
los grandes tienen más hijos con otras hembras y las mayores que salieron como
despistadas se dedican a matronas para el resto del élan vital que les produzca el tuétano y la lucidez de sus ojos
ante muchachos que de nada sirven solo de maniquís o expositores de las
posibilidades gastronómicas de la calzada les aprovecha el arroz y los
embutidos que alcanzan a llevarse a los dientes son unos dioses que a los
treinta ya habrán dañado un matrimonio y solo se los podrá encontrar o en los
depósitos llenando costales de arena de revoque y descargando la camioneta
destartalada del viejo que se niega a dejar de conducir porque eso implicaría
aguantarse un delantal mandándolo a traer carnes o salsas y eso a él lo mata
caminar y moverse lo mata por eso el carro si no fuera por él qué sería de sus
semanas entonces o solo estarían en esos depósitos cogiendo sucio en las nucas
detrás de las orejas dentro de las uñas y sudor y mugre y callos en las patas o
en los lavaderos de buses hay uno por Olivares que cuando terminan de mojar
piel y desgastar las chanclas toman cerveza mexicana hace poco ingresó al
mercado igual de roja que el orgullo desde mil novecientos cuatro pero unos
pesos barata lo que significa mayor ahorro para el chirrinchero y sus cómplices
y mantenedores con unos bultos cargados tienen para beber en la esquina de la
tienda de pollos justo delante de las escalas de las hormigas y el cerco del
gestor cultural engordado por la ausencia de más imaginarios anuales son los
que ocupan la subida la modorra del que sube dejándose llevar algo tiene esa
subida que lo distancia a uno de toda acción lo pone como un muñequito a la
espera de mocosos que lo zarandeen cosa rara por cierto desde el colegio
privado maldito y recordable siento lo mismo me dejo arrastrar soy menos que
las hojas y las reglas que ya son mera idea un recuerdito bregando a defenderse
de la inexistencia el supuesto veredicto de que he sido menor y que alguien
veló por mi integridad y lavó mis ropas decía perdón la caminata que esos mozos
serán esclavos de tontas campañas si tal nombre les cabe al enriquecimiento de baúles
que de tanto crecer no explotan pero si anidan las caricias que dejan de
recibir de sus empleados no ya de esposas beatas a destiempo nubes de aguacero
memorizando salmos dulces melcochas apostando con toda a la canonización o tan
siquiera a que un padrecito la nombre cuando se muera y diga ha sido una de las
mejores aprendámosle y esa que le aprenda le proveerá lo que la anterior y así
hasta que la diabetes adelante los pronósticos y gane la cruzada por los deseos
otra de las cosas alrededor de la cancha son las tiendecitas de cremas
normalmente venden a dos mil quién sabe a cómo están ahora y qué otros sabores
les habrán agregado o atiende la ama o el viejo de casa y se demoran en servir
porque las guardan en el congelador al fondo y es otra espera mientras buscan
para devolver como no hay caja descuadran de sus bolsillos o en los ahorros del
niño para la salida del colegio a piscina no entiendo por qué los rectores no
sacan de su considerable salario para darles un día de tranquilidad a sus
estudiantes es acaso muy difícil sacar para treinta personas sumado a lo que
ellos pongan de su tesoro abierto al marrano o a la cartera del tío ha de ser
que prefieren inflar sus llantas y codearse con alcaldes y profesores
científicos de la lambonería todos unos genios para la viveza mas no para
entender la capacitación del instituto pero vuelvo a las cremas se lamben o se
chupan de subida o bajada casi siempre porque de subida o se prepara sancocho o
se come mecatos hasta sentir ganas de vomitar y como de bajada no espera sino
el descanso la crema es para que los hablones callen y los problemáticos se
entretengan en el caso de haberla pasado mal lo mejor hubiera sido no tocar la
calle pero uno nunca la pasa mal si quien le gusta ha dicho algo comprometedor
o al menos ha estado un tiempo solo con uno buscando leña y han callado
haciéndose dizque los comprometidos con la fogata cuando están es atentos a qué
hace el otro con qué pie se equivocó las manos dónde las pone y los ojos en
cuál de los ángulos mira el decir callando la forma de hacerse insistente sin
una palabra el visionario que haga una genealogía de lo implícito podrá
metodizar esta presencia que busca acercarse desde lo lejos que desea hacerse
con lo deseado sin más de lo que haría a una milla romana del sujeto ardoroso
al frente casos hay y son medibles por la continuación de las niñadas aparte de
esto los que van llegando nuevos a ocupar los talleres y a levantar las vigas
de los cuartos pisos se mezclan también con las cordobesas y las de siempre que
se cansaron de la repetida imagen familiar aventureros que son bajan y suben a
las veredas limítrofes para volver cuando se les venza cuatro meses de arriendo
y no hay forma de alargarlo porque han abusado de la ingenuidad de la dueña es
imposible ocultar un cachorro bajo la cama si la bendita hace del cuerpo así
pues retornan a tirarle la pelota al niño que aprendió a hablar los que los
conocen y a relatarles la huida y la casa de vicio en voz que no logren
distinguir las señoras sin brasieres con apenas una camisa fumando el
cigarrillo después de almuerzo viendo quién pasa cobrándole al que le debe una
plata prestada hace quince días.
El
Pedregal, febrero 21 de 2025
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La Tinta, «La imaginación, una veta infinita de creatividad», Tecámac de Felipe Villanueva, México: La Tinta Ediciones, núm. 41, enero-febrero de 2025
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