Catártica, 2025 |
Trata de escuchar la vena que revienta. Otra la ha tocado
y ha dicho: «Al parecer duele». Y no es mentira, duele un poco que el alfiler
no la traspase y deshaga el bullicio. Si estuvieras le darías uno de los palmetazos
que te das en los muslos cuando el plan se trunca. En esos casos me alivio de sabernos
en la desgracia, y recuerdo que eres la acumulación de lo ingrato, y vuelvo al
partirme en dos y gritar a las cidras regadas.
Pero no oyes; por eso intento explotar el costado de la
nuca y mandar a la pared que odias, angelillo de mármol, la densa capa que
comprime. «¡Si a lo menos gritara, gimiera, me quejara y bramara con mi
espectral garganta!», pero ni eso ni los encuentros, que se tornan escasos, ni
la lenta llamada a lo que no viene. Terminamos quitándole reflejo a los
descreídos; tú con ese mirar de reojo a las criaturas que nada malo hacen, yo
con mi recogida llama.
Tanto para darle palabras a la angustia; la vez en el
circo, la otra en el puente y donde los comensales; de eso no quedó sino el
rechazo, la carcajada del que sabía y avisó, nosotros dándonos por indiferencia
lo que antes era «infierno sonoro». Creamos la fórmula, la probamos, la dimos a
entender a los creyentes y ahora se las dejamos a ellos para que se equivoquen
y piensen que fue suya la culpa; en todo caso tampoco es nuestra, y si quieren
saber mi opinión tampoco la tienes, aunque desearía recaer en ti el mazo y la
yerba.
En todo caso, recuerdos le queda «hasta [al] más lacerado
e inerte». Gozamos, eso sí, y ya que se acabó no queda de otra que lamberse
hasta que ya a nada sepa lo lamido, hasta que fastidie la repetición y la era.
Sigue creer al que entone la discordia, al bulto, a la luz más apagada, al más
falso de los invitados. Porque si no fue de este modo, en que se creía y se
mostraba la marca, será escondiendo la mano que hirió de muerte al pordiosero y
al pedrusco que lleva racha destapando cráneos.
El
Pedregal, mayo de 2025
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Catártica, «Grito», Xalapa-Enríquez, México, mayo de 2025
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