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Mère, Honoré Daumier, 1855 |
Las suegras cien metros enterradas, que no les oigan ni
esto. Eso quieren de uno. Y vaya dígales: si lo escuchan son capaces de
desenterralon. Porque así son, no les gusta que uno hable. De todos los que
hablan a mí es la que... En cambio eso ellos son hable que no han hablado, y
pongan problema, y esto y aquello.
¿Que pidieron el desayuno y no frité huevo y querían
huevo? Calladita se va uno a fritarles huevo. ¿Muy salado o no alcanzó? Eche
sal y mate. Y no preguntan cómo estoy de pastillas, y si se las menciono me
echan en cara que yo debí haber ido a lo de Bello, que por qué siempre de
terca...
Que al menos le dijeran a uno «...», pero eso es una
acosadera, un piense en esos dos y haga cosas para tenerles la casa lista, que
esa ropa en el baño huele maluco, que mejor extienda en el balcón y si no hay
espacio, o los pelos en la comida, yo le digo a la muchacha que no se peine
junto a los platos, o muy poquita carne, no importa que él no coma, y eso
siempre la misma chirada.
Cansones es lo que son, y son capaces de decir que es uno
el que no comprende, cuando lo tienen de sirvienta, de manteca, la boba como si
uno no se cansara también.
Les he dicho cada que salen que me compren las pastillas
para dormir, que se me acabaron a la semana de traermen para acá. Yo no quería
y me obligaron; si por mí fuera, no qué va, ellos me mienten, así sea donde
cualquier hermana me hubiera quedado, yo tengo con qué colaborar dos o tres
meses y de ahí irme pa cualquier nada. O reclamar mis arrienditos y vivir con
eso.
Ah ni sé, y ellos son que ténganos listo el almuerzo, que
no se vaya muy lejos cuando medio salgo, y eso es ponga perendengue por
cualquier cosa. Y esa cama que regalaron, no, qué jartera, uno es como pa locos,
póngale cuidao. ¿Y quién nos va a lidiar tan bueno? Ah ni sé, y está muy tarde
para poneme lo que me pidan.
Y que tranquilidad, viendo como son de mala gente, de
creídos que son. Bueno fuera ime: si son capaces de dar la cara o si lo llaman
a uno pa que vuelva al moridero.
Eso toca sufrir por los hijos de todas formas. Muy
triste, pasar esto por otro... Pero ya pocos años que me quedan; lo que ha
tocado sufrir ya pasó y en esto paro el culo y se quedan mamando. Ah sí, y ya
ven qué hacer, si son capaces de algo sin uno, la boba sirventiadera. Un día de
estos me les tomo esas pastillas que no me han traído y solo les dejo la espuma
pa que limpien. A ver si les doy de qué hacer callada, del todo. Pa que ellos
cojan juicio y lloren encima de su cruz, que harto nos agrió la vida.
La vida que nunca supo a bueno.
El
Pedregal, julio 15 de 2025
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Komuya. Revista Literaria y Cultural, «Salud mental», núm. 40, Santiago de Cali, Colombia, julio de 2025
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