Misterios del horizonte , René Magritte, 1955 ¿Para qué la esperanza? Para que sirva de diana a la «flecha del anhelo». Esta no siempre atina (es más, casi nunca se acerca, o si lo hace igual decepciona al arquero -cualquiera de nosotros-). Aclárese que la trampa es un engaño que deja en el mismo estado a quien la comete. Es inútil. La persona que nunca logra acertar un tiro, y de un momento a otro lo consigue, por obra y gracia de, porque así lo desea el albur, está en las mismas. Y la esperanza sigue serena, coqueta, armoniosa y trágica, haciendo a las generaciones contemplarla, practicarla y seguirla, con un raudal de flechas, piedras y lanzas en la ruta que deja. Es así que «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá» (Galeano). La distancia, por tanto, se alarga cada vez más, por cada paso que damos, por cada nuevo descubrimiento o por la sola presencia del caminar. He como transcurren las vidas: gastando...
(Itagüí, Colombia, 2002): licenciado en Literatura y Lengua Castellana (Tecnológico de Antioquia); maestrando en Educación (Universidad Santiago de Cali).