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Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2024

Interior with Leland

Interior with Leland , Louisa Matthiasdottir, 1946 ¡Ah!, ya me duele la espalda. ( Se levanta ). ¿Qué hago?... Haber… ¡La ventana! ¡La dejé abierta! ( Se asoma ). Gente… jugando… dos mesas: una tute, otra dominó… Sería bueno jugar… ¿Qué hora es? ( Vuelve la cabeza hacia la luna ). Bien, sigo en las mismas. ( Ojea el reloj de mesa ). Once: cuarenta… ¡Once!... Sería bueno jugar: la noche está para jugar. ¡Me ven! ¡Me están viendo! ( Se esconde tras la pared ). Me veían… ahora pensarán que les pedía juego… ¡O que los espiaba! ( Se asoma ). Sigan jugando. ( Cierra la ventana ). Así no me verán… ( Corre la cortina ). Bueno, es de noche. La cama está reblujada. Mejor no arreglarla… ahora me acuesto… ¡Acostados! ¡ Ellos están acostados! ( Mira el nochero ). Mis pastillas. Mejor no tomarlas… ahora no siento... ¡Los alacranes! ( Va hacia el escritorio ). Bebés, niños. ( Mueve el tarro ). Ahí están… ¡Pero ellos ! No lo ayudé mientras no estaba ella. Pensarán cosas de mí. Yo pienso cosas de ello...

Oquedad al espanto

Daniela Janaye El proceso, tendido pero convincente, de la presencia en la carnicería, vadeando pliegos, retiñendo colores fofos, impresiones baratas y a montón, de la tarea para octubre; y las letras ceñidas al lívido fantasmal, la bata que ondula por callejones precolombinos, por tímpanos de frailes, encomenderos, adelantados y caciques. Y de la silla quieta, la mamá en su reembolso, al tren del parque, al sepulcro, a las venas estancadas por el bloqueo de extremaunciones. Ese vaivén se extendió a las uñas de papel del primo cuya película dejé: las uñas que rasgaron las chozas de los intrusos, que ahogaron las pieles impolutas: me las puse por deshecho: ellas me trepaban, sabían el socavón yugular, y la sangre se insinuó en el reguero a paleta de las anochecidas... como insertándome al sueño, vinculando el lloro a quien lo elude.   El Pedregal, julio 25 de 2024 ___ Sonámbulo , Montevideo, Uruguay: MMEdiciones, núm. 30, agosto de 2024.

Paramnesias reduplicativas y desconciertos (II)

Martha Galarza Chacón En la ciclorruta de Envigado al Artista, por la fábrica en demolición, merodeando una idea sobre los próximos escritos y la linealidad del fondo, choco el pie contra nada, y doy traspiés hasta estabilizarme, tirarme para atrás la jíquera, devolverme y no descubrir contra qué pude tropezar que me haya hecho devolver saliva y pensamientos.   ***   Voy con Lisi por Simón Bolívar ojeando dónde chupar helado; me ubico por el colegio y el parque; y al pasar de una cera a otra, Lisi se adelantó, un carro reversa y temo por mis pies y mi pelvis; doy un brinco y me estiro a felicitar al bruto: nadie: no hay conductor ni ventanas bajadas, y no estamos en pendiente...   ***   Devuelvo a Sasha de sacarla, ella corre a esconderse en su casita, cierro el portón y voy al baño y luego me guardo unas frutas. Llamo a Sasha, no la veo, me bajo hasta su casita, abro la casa, miro debajo de todo y no, no se ve... Vuelvo a cerrar, inserto en un espont...

El bastión

Anadolu Agency , 2024 Arrugas vino tinto del entrevistado, cierta formalidad en el muro y en la bandera, unas declaraciones templadas, distantes a lo repetitivo, sobre la dirigencia contra los colonos. Y los luchadores en Yenín visitando, cada día, la maqbara, a los que le acompañaron la muerte, viendo a los caídos, como si comunicasen de sus ojos a sus pies y de sus pies a la tierra el porte que tenían cuando sus avisos presintieron, seguridad fraguada en carnes conocidas, la incursión. La madre recuerda a su hijo retratado y sale a dirigir el lente, como invitando a un nuevo por lo viejo, alguien que necesita de ella hacerlo ver y captar un motivo, al manchón ahora verduzco donde cayó; y la camioneta, parqueada sobre su cabeza, o antes, manifestando que no es su culpa, que pronto se irá a ser onda expansiva en un valle; la forma enfocada, el tiro en el vientre, la longitud del pecho a la cadera, un video donde baila al compás de un hasta luego, el ser memoria, un cartel donde los ent...

Brincos del viernes

Ernesto Farina Te pido, papito Dios, que me permitas fracasar por mi cuenta. Hazme creado para cosas grandes, como servir a niños ricos y lavar platos de administraciones. Lo que era futuro, las materias ganadas, el cuadro de honor, los cariños de las viejas comparándome con sus drogos, la impecable hoja de vida, la buena prestancia y el aseo, el apellido resonando en las compras, la altura que prometió crecer más, la fama en boca del reiterado cuento que le hacen creer al advenedizo ya no me desvela. Desde que tengamos que morir, y no porque muramos, sino porque allí le decimos adiós a esta malgastada forma de hacerse una mierda con nombre, no es mérito perderse considerando fantasías ajenas. Y, para colmo, la madre, la dueña del respeto de jíbaros y policías, uno de los pilares del hogar sagrado, al cual la profesora adjunta de la Brigham Young propone cuidarlo de las amenazas, tarántulas y serpientes, que erosionan el matrimonio, ese golpe que hay que vivir para hacerse hombre y, vi...