El Nuevo Siglo , 2019 Cinco y media de la tarde del diez de mayo de dos mil dos; Mampuján, corregimiento de María La Baja, Bolívar. Los paramilitares bajaron de los cerros y mandaron a todos « los colaboradores de la guerrilla » a la plaza, en filas de velas, pasando uno por uno. — ¡Eso mismo que hicimos en El Salado lo venimos a hacer aquí! —no podían olvidar el rumor vivo de que, entre otras cosas, jugaron fútbol con el balón de las cabezas. A las ocho, clamando en medio de golpes y empujones vieron en los cerros « cantidad de ángeles agarrados de las manos » y aplaudieron y glorificaron a Dios porque no los iban a matar; y más aplaudieron al ver dos manos plasmadas en la luna. — ¿Por qué no podemos hacer nada? — decían los paramilitares — . ¿Qué es lo que pasa? Vinimos a matar y no hemos matado a ninguno... ¡y nos vamos a ir sin matar! — y no matarían: una llamada: inocentes. — Verdaderamente ustedes tienen un Dios poderoso, porque los planes de nosotros era matar hasta los perros
(Itagüí, Colombia, 2002): estudiante de la Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana del Tecnológico de Antioquia.