Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de enero, 2024

«Del Paraíso a la Nakba: 75 años de la resistencia Palestina»

Volante Presentación enmarcada en la iniciativa española "Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio" del 20 de enero (enero 21 de 2024).

Pruebas de bosquejo

Generado con IA de Canva Senteme en uno de los lunares de la montaña. Vine a sacar a la perra a restregarse en boñiga y a corretear un palo que la enloquece. Tengo ante mí el caserío: el que va a tener todos los lotes levanta un nuevo apartamento detrás de los que recién levantó; los evangélicos van a formar una colonia en el límite de la reserva; y a esta montaña ya le abrieron escalas — más anchas que las estrías que le abre el ganado — . La sombra de este pino me vela lo que he venido a tratar. A lo que vine: Mefistófeles: «¿Dónde no falta alguna cosa en una parte cualquiera de este mundo? A uno le falta esto; a otro, aquello...» La carencia es la suprema madre. Siempre se tiene algo a costa de eso mismo o de otra cosa. Apuesto a que el más rico y el más pobre — ni qué decir del de la mitad, que con nada roza o cae — tienen sus carencias: el más rico, porque sus riquezas no se sostienen solas, y la misma riqueza que gana es para intermediarios, arreglos, hijas, empresa, y que, aun

Coro de Belén

Generado con IA de Canva Francisco recuerda que hace ochocientos años su tocayo recreó un pesebre vivo en Greccio: juntó a campesinos y les dio el papel de José y María, llevó una mula, la paja y un buey [1] . En la Misa del Gallo, entrado en calor, « tomó la imagen del niño [...] cobrando este al momento vida y naturaleza humana»... El hecho se extendió como prueba de que Dios quería que lo adorasen. La representación de la gruta en mi vereda estuvo a cargo del edil: pidió permiso y cortó unas guaduas: partió dos pedazos y los colocó en las orillas de la cañada; otros cuatro pedazos son las columnas; abrió una guadua y le sacó tapias: el piso; y el techo... creo que son tejas [2] ... (En vista del edil cortando guaduas, los siempre esmerados ayudantes de construcción cortaron otras — del mismo sitio donde las sacó el edil y de otro guadual — y levantaron una chocita equipada con unos muebles tirados al monte — las otras guaduas las encaletaron debido a la advertencia que les di

Para que nadie vea

Farmento de la portada de Milagros Sefair El campo está despierto alrededor de ti en el cuadro Najwan Darwish: Elegía de un niño dormido   Sobre los escombros de tu casa, niña, y abrazando un peluche — si es que te enteras que lo abrazas único muelle entre las rocosidades y los edificios maltrechos — estás. Fátima Shbair te fotografió en Beir Hanoun, Gaza, cuando los palestinos reponían sus albergues intervalo de cese al fuego. ¿Es tu hogar, niña, y son esos edificios agujereados y escuálidos los hogares de tus vecinos? Once días de combate para una calma desde la cual divisas como si hubieras aparecido allí la devastación que figuras en tu contra.   Quién sabe si la niña cuando abraza al peluche es al peluche a quien abraza... O quién sabe si es a alguien más: a quien no ha encontrado.   Pero, repito, quién sabe: todavía nos aturden las bombas que, ¡lástima por ellos !, no dieron en el blanco... Y nos aturdirán las próximas, la

El Universal

Ernest Descals es una heladería craneosinostósica: sus dos entradas cuadradas son ojos, su barra a la derecha es un oído, sus mesas (adelante) son lo exhibible y sus billares (atrás) son lo oculto. Afuera los palos se retuercen de sed, los mangos servidos se secan y se malhidratan con los aspersores, las hojas se deprimen, los gamines se tiran a recibir los rayos del sol entre las basuras (con el bloqueador de mugre derritiéndose por sus pómulos y sus dorsos). Los taxistas crean ventanas pisando en sus puertas los trapos con que se limpian el sudor y el manubrio. Quien vende en los semáforos no pasa carro por carro; sale de la sombra cuando le silban, dice el precio y se vuelve a esconder. El frescor del agua con que refrescan los jardines de los claustros y los institutos apenas hiela a los que no tienen carnet para entrar; y quien se ponga de lobo a lanzarse en cuatro patas y beber de la manguera es echado a bolillo y la carne le arderá tanto más que la boca. Nosotros andamos el

Barrio El Jazmín

Archivo El Tiempo Una máscara (el traído adelantado) absorbe al niño. —¡Mire abuelita! —No, no la alce... —respondió la abuela amarrando los zapatos de la niña. Cuando la niña (los ojos de la abuela): —¡El niño se cayó en ese hueco! El hueco era un alcantarillado sin tapa. La corriente no daba cuenta de él... Al cuerpo lo hallaron en uno de los canales de la Estación de Bombeo Gibraltar.   El Pedregal, diciembre 5 de 2023 ___ Publicado en la convocatoria navideña de BreveMente (diciembre 21 de 2023).

La Careperro

Fernando Piñeyro Hablando de apariciones, Julio, andador del barrio a pie o en motos prestadas, con los duros o con sus compañeros de colegio, haciendo mandados o yendo a jugar a las canchas de las veredas, trajo a colación que uno de sus amigos dice que existe, los fines de mes, en la curva del parqueadero de buses y del caminito para la Juan Echeverry, una Careperro que le pone la mano a los que bajan. Es alta, de cuello y pelo largo, y viste de fiesta, los muslos untados de cremas humectantes, y anda lento, muy lento, llevando su hocico de un lado a otro. — Cada fin de mes aparece... — concluyó. Los que lo escuchamos no le creímos que hubiera tan cerca una mujer con cara de perro, además porque era la primera vez que la oíamos mencionar. Pasaron los días y todo quedó en el olvido. Mas, en los alrededores del Parque de Itagüí (no diría que en un fin de mes para hacer coincidir la realidad con la lógica de la fábula), me pareció ver a una muchacha alta, de cuello largo, con

Sueño

Generado con IA de Canva Cito a dos profesores venezolanos o palestinos al sindicato de maestros. A una la despaché a mediodía: la llevé por unos jardines y por unos paseos semejantes a los de San Ignacio, y quedamos en que, si sabía de voleo, le avisaba. Al otro lo cité en el mesanino. Me devolvía por el trayecto que le di a la profesora y, en una mesa, el jubilado Jorge, un negro rector y otro agregado. Los saludé —Jorge me recordaba— y no les comenté, de una, que si tenían trabajo para dos matemáticos puros refugiados, amigos míos. Les hice chistes. Mi mujer —diría mi esposa: blanca y rellenita, del tipo caleño que vi hace poco— me veía a cierta distancia con los brazos cruzados. Se acercó para decirme que me veía diferente. —Es en lo que me meto: abro y abro y no soluciono. Me sobó y me pidió que atendiera al profesor que me esperaba: mientras les echaba carreta a los amigos, el profesor, allí, no hacía sino comerse las uñas. Lo direccioné a la mesa de los acomodados pe

Ládrale un perrito en la calle

delatripa El peso de las escuelas, de las fábricas y de los bancos recae en los celadores, en sus chaquetas infladas, en su puesto, en sus radios, en sus armas cogiendo frío, en sus estuches evadiendo calor; la luz, solo hay luz en su cabina de seguridad; los pasillos, las zonas de comida, las oficinas, el centro de reuniones y la mesa ejecutiva están a oscuras, los ojos no los abren, las linternas se resisten a asistir; en unos hombres, en unas mujeres cuyas casas no dependen sino de un perro inofensivo, un niño durmiente o una anciana goterosa; tienen una noche para dar pasadas que tienen por objetivo circular la sangre en sus piernas, en mover las hojas del calendario y decidir qué turno les tocó para el día del nacimiento. Los parapentes, las fotocopiadoras, los riscos y las grutas descansan; el transporte se reduce para los menudeados pasajeros, en su mayoría acompañados de maquillaje y de sudor de habitación barata, sudor no lavado, glamuroso; el conductor, alguien a quien el t

Llamada transatlántica

Javier Paredes Chi El martes doce de septiembre mi mamá en España hablaba con mi abuela en Colombia. Aquella suele «despedirse» antes de dormir: le relaciona lo hecho en el día, el progreso y los embates de la recuperación de su esposo, lo que almorzaron en el Hospital y cómo le fue aseando casas; también le da indicaciones de secretaría: imprima estos papeles, reclame esto, a una hora en tal parte y a otra en aquel, no, mañana no tiene que salir, ¿qué han dicho los del banco?... Mamita pone el celular en altavoz, no para nosotros sino para ella. El fin de semana le mandé a mamá un cuestionario sobre actitudes lingüísticas que, ese doce de septiembre, lo continuó acompañando mi saludo con unas historias que, ni mandadas a hacer, me quitaron un peso de encima: a finales de agosto me inquieté por el próximo número de delatripa : obviarlo, yo, en un país de paso, con mi mamá y mi hermana en el extranjero, con ciertos conocidos que han viajado a probar suerte en los United y han vuelto d